lunes, 2 de noviembre de 2009

Eran dos amorcitos...

Eran dos amorcitos que se querían
hacía tiempo que ellos salían
ella era una muchacha bella y hermosa
y él era un truhán que la adoraba.

Por su cumpleaños le regaló
un bonito anillo de gran valor.
Le dijo: -gracias de corazón,
cada día que pasa te quiero más amor.

¿Qué te pasa, José, que estás tan triste?.
Lo que a mi me pasa ya te lo dije.
Que no veo en ti, más que a las otras.
Que no veo en ti, a la más hermosa.

En el cielo las estrellas son muy bonitas,
- ¡Déjame salir mamá, que quiero verlas!
- ¡No, hijita mía, que estás malita
y el frío de la noche te perjudica!

A las seis de la tarde era su entierro.
José estaba fuera, se metió dentro,
llorando amargamente sacó su retrato
y amargamente cantó este relato:

¡Oh, amada mía, oh, amada mía,
No sabía que de amor tú morirías!
¡Oh, amada mía, oh, amada mía,
No sabía que de amor tú morirías!


Que levante la mano quien no haya cantado esta canción (con alguna variación) cuando era adolescente.

Personalmente, me pasaba horas con mis amigas cantándola una y otra vez, a modo de letanía, pero cambiando los nombres donde pone José y Amada, para amoldárnosla a nuestra vida...

Tonterías aparte, la música con la que acompañábamos esta canción y que estoy segura que más de una la recuerda es un calco de los Romances Españoles del siglo XV, conservados hasta el siglo XX, no me atrevo a poner siglo XXI porque no sé si alguien más que yo la sigue cantando.

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